11 septiembre 2016

¿MAGIA.........O.......MEDICINA?................PARTE IX


   Empresa ésta a un tiempo teológica, filosófica y científica,
que fue llevada a cabo por médicos como Tadeo Alderotti,  y
Arnau de Vilanova, entre otros. Aunque si tenemos que destacar
a uno, nos quedamos con el último. Éste practicó la Alquimia y
la Astrología y compuso gran cantidad de obras sobre los más
diversos temas: metodología y deontología de la Medicina,
Fisiología, Clínica, Farmacología, Toxicología, Higiene y
Dietética, Alquimia, Teología alegórica y profética.
                                                               continúa....


   En su saber se combinaban el Hipocratismo, el Galenismo, el
Saber Salernitano, el Arabismo y la experiencia personal. Su gran
tratado médico, el "Isagógico Speculum Medicinae" es una
verdadera suma de los fundamentos médicos de la Edad Media.

   Por otra parte, a partir del siglo XIII, tendió a instaurarse
un desequilibrio entre las necesidades de avituallamiento de una
población más densa y las capacidades de producción: de donde
las frecuentes carestías que favorecieron la receptividad de
agresiones microbianas.

   La tarea diagnóstica del médico medieval tenía dos metas
conexas entre sí: diagnóstico de la enfermedad, el diagnóstico
de la particular manera de enfermar del individuo tratado.

   Sobre tales presupuestos teóricos operaba la técnica
exploratoria del médico. Varios escritos nos permiten conocer
cómo era ésta: el tratado del salernitano Arquimateo, De
instructione medici
, la parte diagnóstica del también
salernitano De aegrituddinum curatione, la Summa
conservationis et curationis de Saliceto
y, por supuesto, parte de 
la obra de Arnau de Vilanova. Otros, de carácter monográfico, 
como La Regulae Urinarum, de Mauro, el Liber de Urinis de
Gilles de Corbeil o el poema De pulsibus del mismo autor, nos 
ilustran sobre los dos principales recursos diagnósticos: la Uroscopia 
y el examen del pulso.

   Además de estas obras, a partir del siglo XIII, prosperaron
varios géneros que prestaban especial atención a los
aspectos de la Praxis Médica. Entre éstos, encontramos los
Regiminia y el Consilium, que ponían a los lectores en contacto
intelectual e imaginativo con la realidad de los enfermos y les
enseñaba a tratar clínicamente con ellos.

                                       Arnau de Vilanova

   Pero la exploración, el diagnóstico y la prática del tratamiento
no sólo se aprendían a través de los libros: El estudiante y el
médico joven pasaban un período al lado de un facultativo
experimentado. Con todo, los errores de diagnóstico fueron
muy habituales durante toda la Edad Media.

   Uno bastante frecuente fue el de catalogar como leprosos
a numerosos pacientes afectados de dermatosis benignas,
psoriasis, vitiligo, pityriasis, favo, algunos eczemas, etc.

   Para los casos susceptibles de ser tratados, la acción
terapéutica se desplegaba en varios campos. El primero, la
Dietética, que contaba con tratados destinados a propiciar la
salud y erradicar la enfermedad, mediante prescripciones sobre
la dieta. El Regimen Sanitatis Salernitanum y el escrito De
conservanda inventute et retardanda senectute
, de Arnau
deVilanova, fueron algunos de los más leídos.

   El segundo campo de acción de la terapéutica del medievo
fue la Farmacoterápica. Ésta no añadió demasiado a la herencia
que recibió de la medicina grecoárabe. Entre los textos
fundamentales hallamos uno anónimo, el Macer Floridus,
sobre las virtudes de las hierbas, y otro de un tal maestro
Nicolás de Salerno, el Antidotarium, que es un repertorio
de 139 recetas, electuarios, jarabes, pociones, píldoras,
trociscos, con indicación de su contenido y noticias sobre
su empleo clínico.

   Este último tiene un valor fundamental, por cuanto fue la
base de casi todas las farmacopeas del período. El tercer campo
de la terapéutica medieval, lo encontramos en la Quirúrgica,
que tuvo dos fuentes principales: Una griega, en Guy de Chauliac,
y otra árabe, en Abulqasim.

   En cuanto a las fracturas,  eran tratadas con férulas
artificiosamente complicadas. El último campo de acción de la
terapéutica medieval lo hallamos en la Sangría, que planteaba el
discutido problema de la elección de la vena. Hasta ahora nos
hemos centrado en la esfera del médico profesional, pero la
reflexión sobre la enfermedad y el interés por paliarla no se
reducía al ámbito intelectual.

   Así, paralelamente al saber científico-técnico y a su puesta
en práctica, existieron toda una gama de saberes populares,
transmitidos de generación en generación, y de prácticas
alternativas. La medicina, la magia y el milagro compitieron
como métodos de sanación.

   En cuanto a los que acudían a la magia, como técnica de
sanación, creían que las enfermedades se generaban, entre otras
causas, por la transgresión de un tabú, las ofensas a la
divinidad, la pérdida del alma, la posesión de un espíritu
diabólico, la intrusión de un cuerpo extraño o la maldición
mágica. Para lograr la curación, el enfermo debía descubrir la
causa exacta de su padecimiento. Con este fin, acudía a una
persona, con cualidades especiales, que dialogaba con los
espíritus hasta alcanzar la certeza acerca de la causa del mal.

                                                 Plinio

   Dependiendo del caso, la persona sanaba mediante conjuros,
hechizos, amuletos o rituales de purificación en los que se
combinaban el poder de la palabra y numerosos elementos, sobre
todo, del mundo natural y animal.

   Una tradición grecorromana vinculada con la magia, que
aparece recogida en la Historia Natural de Plinio, es la del
poder medicinal de ciertos tipos de nudos. El autor apunta que
se creía que sujetar las heridas con el Nudo de Hércules hacía
que las curaciones se produjeran con maravillosa rapidez.

   Como ésta, encontramos numerosas técnicas que pervivían en el
período medieval, aunque ya Plinio presentaba una postura ambigua
respecto a la eficacia de este tipo de fórmulas.

   Un papel esencial, en las prácticas mágicas de este período,
fue el ocupado por la lapidaria. Los lapidarios medievales,
depositarios de las viejas tradiciones del antiguo Egipto o de las
civilizaciones asirio-babilónica, exaltaban todas las virtudes de
las gemas o piedras preciosas.

   A menudo, se basaban en un proceso de analogía. Así, por ejemplo,
se creía que la amatista, de color vinoso, era buena para combatir
la embriaguez; las piedras rojas, como el coral, para fortificar la
sangre en las anemias y para combatir las hemorragias; las piedras
blancas o lechosas, como el coral blanco, para aumentar la
producción de la leche en las nodrizas; etc.

   Estas virtudes se ligaban a los signos del Zodíaco y así se
complementaba el procedimiento. También relacionados con la Astrología,
como indica Juan Riera, hallamos los llamados sellos, consistentes en
una imagen astrológica de los signos del Zodiaco, grabados sobre una
lámina de metal.

   Estos, colocados en las regiones enfermas, se creía que
propiciaban beneficiosos efectos a sus portadores. Los
lumbagos y los cólicos nefríticos eran algunas de las dolencias
que se trataban con recursos de este tipo. Y no pensemos que
la adjudicación de un determinado órgano o dolencia a un signo
del Zodiaco o planeta era de carácter aleatorio.



                                         Tadeo  Alderotti
                                         
   Según apunta Aurelio Pérez, existía toda una disciplina, conocida
con el nombre de Melotesia. Dicha doctrina se apoyaba en la idea de 
la simpatía universal, justificada por la presencia en todos los
cuerpos de los cuatro elementos, fuego, tierra, aire y agua, y la
teoría del hombre como microcosmos, reproducción a pequeña escala
del Orden del Universo. En general, casi todos los textos antiguos
que hemos hallado coinciden en las siguientes adscripciones:

   Melotesia Zodiacal: Aries-Cabeza, Tauro-Cuello, Géminis-Hombros,
Cáncer-Pecho, Leo-corazón, Virgo-Vientre, Libra-Caderas,
Escorpio-Sexo, Sagitario-Muslos, Capricornio-Rodillas,
Acuario-Piernas, Piscis-Pies.

   Melotesia Planetaria: Saturno-el oído derecho, la vejiga,
el bazo, las mucosidades y los huesos; Júpiter-el tacto, el pulmón
y el esperma; Marte-el oído izquierdo, los riñones, las venas y los
testículos; el Sol-la vista, el cerebro, el corazón, los tendones
y el costado derecho; Venus-el olfato, el hígado y la carne;
Mercurio-la lengua, la bilis y las posaderas; la Luna-la parte
izquierda del cuerpo, el gusto, el vientre y la matriz.



   Los motivos por los que se establecieron estas conexiones fueron
de carácter mitológico, físico o astronómico y filosófico o
especulativo. Su fundamento científico lo proporcionó la filosofía
griega, esencialmente el Estoicismo, que importó algunos de estos
principios de la cultura mesopotámica. En definitiva, la Astrología
ocupó un papel central dentro de la prácticas curativas medievales.

   Condicionó la manera en la que la gente de este período histórico
se acercó al mundo de la salud y de la enfermedad. Y cuando decimos
gente, nos referimos a personas cultas y no letradas, a individuos
de cualquier condición.

   Por último, los que creían en el milagro o en un tratamiento
mágico-religioso, como método de sanación, consideraban que el origen
de las enfermedades se encontraba en el pecado, de modo que era
preciso purificar el alma. Ninguna instancia humana podía resolver
los problemas, aliviar el dolor o curar las dolencias. El hombre
dependía de fuerzas superiores.

   Esto implicaba que sólo Dios, de manera directa o a través de algún
intermediario, podía restaurar y ordenar la vida humana. Así, se
atribuía una actividad milagrosa a numerosos santos: San Valentino
curaba la epilepsia; San Cristóbal, las enfermedades de la garganta;
San Eutropio, la Hidropesia; San Ovidio, la sordera; San Gervasio,
el reumatismo; San Apolonio, el dolor de muelas.

                                                                     continuará............

Octavio Dopico Pérez

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